jueves, 22 de mayo de 2008

El diseño de la tapa del libro fue una tarea muy ardua, quería por una parte que se notara a simple vista que era una mujer la que lo escribía, y además que representara mi llegada "desde el mar".
Una tarde, mi amiga pintora y psicóloga Susana Neuhaus, me invito a su taller y nos quedamos toda la tarde conversando de su obra, en ese momento preparaba una exposición sobre Cortázar.
Al despedirme advertí un cuadro en un rincón de cara a la pared, era esa figura que adoptó el mismo nombre del libro.
Susana desde aquí, públicamente te agradezco.
Patricia

La que llego del mar en la Feria del Libro de Buenos Aires


Algunos poemas de "La que llegó del Mar", libro que se lanzo en la Feria del Libro de Buenos Aires 2008 y se presentará en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, ex casa de Victoria Ocampo, el 17 de Septiembre de este año.


Contratapa: comentario del poeta argentino Ruben Derliz.

Ya en su anterior poemario se perfilaba como una voz en dos tiempos: la que sabía mirarse en la hondura íntima y la que volcada hacia el mundo circundante daba testimonio de los diversos avatares del hombre. Algo muy similar a lo que anoto había vislumbrado la poeta Selva Casal y así lo dejó escrito cuando comentó acerca del primer poemario de nuestra autora, Susurros desde Chiloé: “algunos levantan su voz airada y se quedan solos y desnudos esperando escuchar el eco de su voz”. Y era certera en su apreciación, ya que a esta poeta no le seduce alzar la palabra para después regresar a su torre y echar doble llave a la puerta. Además, no tiene torre; dice lo que siente que debe comunicar desde un atalaya que levanta allí donde habitan sus iguales; y es la razón de su poesía.
En La que llegó del mar, título para nada gratuito, pues del anchuroso Pacífico es de donde viene impregnada de olas salobres para recalar junto al Mar Dulce, insiste en su propuesta: sin hombre no hay poesía, y aquella que se pergeña fuera de él no tiene más valor que la de un espejo que reflejara líneas desparejas para simular versos.
Aun en sus poemas más intimistas, de índole amorosa, su decir no se queda encorsetado dentro de esos límites, pues necesita poner en ese adentro, personal y sólo atinente a ella, ciertas conmociones traídas de la calle, sacudidas vividas a la intemperie en su transcurrir entre sus iguales. Entonces lo íntimo cobra una dimensión más profunda, al ser tocado –no
invadido– por la realidad de los otros. Una afirmación más para constatar que el poeta no está, ni debe, estar solo, que es un ser social con un tono de voz cuya resonancia no le es permitida a muchos y por lo tanto debe asumir como de todos.
Finalizando, debo decir que esto no es un comentario, dista mucho de serlo; sólo es la salutación de bienvenida a este nuevo libro de Patricia Pérez Madrid, poeta que ya fijado el rumbo a seguir, nos entrega su sentir con cuidada palabra y decantada voz.




Adaptatrices

Son como el agua.
Se filtran por las hendiduras,
adoptando la forma del cuenco
que los contiene.


Confesionario


El cura se hurguetea la nariz.
Al costado, genuflexa
una mujer se desnuda.




Gaza

El tanque derriba casas destruidas.
Una piedra va por el aire.




Hiroshima

Desaparecieron.
El silencio es lo único latente.
Retumba en los muros,
rechazado de un lugar a otro.
Sofocando sol o congelando nieves.
Lo mismo da; desaparecieron.
Árboles, casas, mar.
Las tumbas, los recuerdos.





La nueva era


Cabalga la nueva era en tinieblas.
Manos extendidas olfatean el tesoro.
Ese amarillo y negro borboteante.
Ese verde, ese aire.
Abre puertas y deshoja ventanas,
destruye paredes de barro.
Alza el hierro.
Centrifuga, expulsa, atrae.


Mapamundis sobre escritorios
estacados con banderillas
relatan el curso de la historia.
Carta natal que nos fija el Destino.

El carrusel gira, se van encaramando los pueblos.
No se detendrá jamás.



Zapatitos Rojos


Vestidos largos,
colores brillantes,
telas bordadas.
Sombreros sin plumas
zapatitos rojos.
Atavíos y símbolos
de la ciudad estado.

La ropa interior es un misterio.
No esta permitida la exhibición.
Por lo que se ve por afuera
es posible imaginar
bombachas de encajes
sujeta medias de macramé.
Y en la gaveta más oculta
sombras de ojos, rouges,
preservativos
para las fiestas de guardar.


La Poesía


La poesía es como el buen vino.
Hay que beberla de verso en verso.
Luna de noche

Sigilosamente descorcho el vaso de yogurt y frutillas.
Aparece sentada a mi lado, observando impertinente.
La acaricio con un pie que asoma bajo las sábanas.
Al menor movimiento de la cuchara, se despabila.
Finalmente se lo regalo con nostalgia, a medio terminar.



Miguel Hernández

El pastor escribía sobre nubes
poemas de viento y berridos.
La brisa le contaba historias lejanas.
El poeta escribía de rojo y de rabia.


Negación

Se poblaron sus ojos de miradas viejas,
negando el río, la sal, las estrellas.



Poema a mi hijo enamorado



Has crecido, alto y vigoroso
como el damasco que plantamos
a los pies de la tierra.
Has crecido,
sufriente y feliz
manejando corceles blancos y negros
entre el día y la noche
bajo el sol y la luna.

El pensamiento es sólo aire
que dibuja realidades inexistentes.
El pasado es la única verdad.

El anzuelo de la valkiria
yace escondido en tu vientre.
Jalando del cordel, solo se incrustará
más y más.